Las otras incursiones teatrales se limitaron a llevar a la escena novelas y cuentos de autores europeos como El último abencerraje, El mendigo de la Catedral de Lyon, Un vals de Strauss y El premio de los pichones.
En cuanto a su obra poética, ésta le dio tanta fama que en 1853 ya su nombre aparece en una antología de poetas españoles y americanos editada en París. La poesía fue ocupación central de su vida y aprendió los rudimentos retóricos de su madre Dolores Fernández de Castro y Troncoso, una de las mujeres más ilustradas de su época. Debemos agregar, además, que su esposa, Encarnación Echavarría de Del Monte (1821 1891), gozó de gran fama como poetisa, conservándose, de su estro patriótico, algunos poemas llenos de exaltación, como los que escribió contra Santana.
Félix María Del Monte poseyó gracia y fuerza a la vez en sus estrofas llenas de musicalidad en las que campeaba un romanticismo desgarrado, no exento de los consabidos ingredientes neoclásicos.
Dejó un poema narrativo célebre en su tiempo, titulado Las vírgenes de Galindo, episodio de la ocupación haitiana de 1822, que también sirvió a César Nicolás Penson para uno de los episodios de Cosas añejas.
Félix María Del Monte nació en Santo Domingo donde desenvolvió sus actividades. Como político padeció persecuciones y un exilio en Puerto Rico desde 1858 hasta 1868. A su regreso al país fue Ministro de Justicia e Instrucción Pública durante los Seis Años de Báez (1868 1874). Como abogado ocupó los más altos puestos en la carrera judicial y tuvo a su cargo las brillantes defensas, famosas en los anales de nuestra oratoria forense, de Antonio Duvergé y de Santiago Pérez, matador este último del trovador venezolano Eduardo Scanlan.