Juan Pablo Duarte y Diez : Biografías Dominicanas
1813-1876) (Santo Domingo-Caracas, Venezuela). Padre de la patria. Nació el 26 de enero de 1813, hijo de Juan José Duarte, comerciante español nacido en Vejer de la Frontera, provincia de Cádiz (España) y Manuela Diez y Jiménez, oriunda de El Seibo, República Dominicana, a su vez, de padre castellano y madre seibana.
Según el investigador dominicano Pedro
Troncoso Sánchez, es muy probable que el
padre de Duarte llegara al país después de
firmado el Tratado de Basilea en 1795.
("Vida de Juan Pablo Duarte", pág. 18).
Sin embargo, luego que las tropas de
Toussaint ocuparon esta zona (1801) en
cumplimiento del acuerdo estipulado por
ese tratado, salió del país con su familia
con destino a Puerto Rico. Allí le nació
un hijo: Vicente Celestino.
La familia Duarte y Diez, regresó después
de terminada la guerra de la Reconquista
en 1809, cuando nuestro suelo volvió a ser
colonia española.
Su padre "trabajó tesoneramente y con
provecho, en su negocio de efecto de
marina y ferretería en general en la zona
portuaria del Ozama, único en su género en
la ciudad. En esta época nacieron, además
de Juan Pablo Duarte, dos de los cinco
hijos llegados a mayores: Filomena y Rosa,
y otros fallecidos en la infancia"
(Troncoso Sánchez, Ob. cit., pág. 19). Era
un hombre de recio carácter, en los
momentos difíciles de los primeros
momentos de la ocupación haitiana (1822),
fue el único comerciante peninsular que se
negó a firmar el manifiesto de adhesión a
Haití.
Juan Pablo Duarte fue bautizado el 4 de
febrero de 1813. Las primeras lecciones de
su educación formal, la recibió primero
con su madre, y luego con una profesora de
apellido Montilla, quien dirigía una
pequeña escuela de párvulos.
De aquí pasó a una escuela primaria de
varones cuyo nombre se desconoce, donde
dio tempranamente muestra de poseer una
inteligencia privilegiada. Más tarde fue
admitido en la escuela de don Manuel
Aybar. Aquí completó sus conocimientos de
lectura, escritura, gramática y aritmética
elemental.
Después de unos cuantos años, niño aún, recibió clase de teneduría de libros, para luego pasar, ya un adolescente, a recibir la orientación de uno de los más sabios profesores de la entonces recién cerrada Universidad de Santo Domingo: el doctor Juan Vicente Troncoso. Con él estudió filosofía y derecho romano. Aquí también ofreció prueba de una gran vocación de superación, de amor por los estudios.
Deseosos sus padres de no interrumpir las proyecciones en el campo del conocimiento de su hijo, con grandes sacrificios decidieron enviarlo a estudiar al exterior.
Se ha dicho que ya
adolescente, comenzó a germinar en su
espíritu el ansia de liberar a su tierra
de la dominación haitiana. Pero no hay
pruebas de ello. El único informe que se
tiene al respecto es que, cuando emprendió
su viaje con destino a España, vía Nueva
York, en el curso del viaje a esta ciudad,
el capitán del buque y don Pablo Pujol —a
quien fue recomendado— se pusieron a
hablar mal de Santo Domingo, y al
preguntarle el primero a Duarte si no le
daba pena decir que era haitiano, éste
respondió: "Yo soy dominicano". Según
datos que merecen crédito, el viaje se
llevó a cabo en los finales de 1827 o a
principios del 1828, es decir, cuando su
edad frisaba en los 15 años.
De Nueva York —donde probablemente pasó
algunos meses, pues se perfeccionó en "el
estudio de idiomas"— emprendió rumbo hacia
España, deteniéndose en Londres y en
París. Ya en la península ibérica se ubicó
en Barcelona, donde tenía familiares.
Es indudable que este viaje le abrió
nuevas y amplias perspectivas. Se ha
hablado mucho en relación con este punto.
En un ensayo poco conocido, Joaquín
Salazar sostiene que su estancia en Nueva
York le permitió adentrarse en las
intimidades de la política norteamericana
de entonces. Y refiriéndose a su
permanencia en Londres, Félix María del
Monte —que más tarde se convertiría en
discípulo suyo y en traidor a su ideario—
expresa que se interesó en el conocimiento
de las instituciones y la política
inglesa. Pero como de nada esto hay
pruebas documentales fehacientes, forzoso
es llegar a la conclusión de que lo dicho
por estos autores merece poco crédito.
De su breve estancia en Francia nada se
sabe. Sin embargo, hay que presumir que,
hallándose este país en el umbral de un
importante movimiento revolucionario, algo
tuvo él que captar, pese a su juventud,
sobre las causas de la inquietud política
allí reinante. A ello debió haber
contribuido la admiración que
probablemente sentía —dadas su
inteligencia y el ansia de justicia que
latía en su alma— por la gesta de la
Revolución Francesa. Para entonces, lo
cierto es que toda Europa se hallaba en
plena ebullición política, y que fue
durante el tiempo que pasó en Barcelona
—tiempo que cubrió casi con toda seguridad
más de dos años— cuando el viajero se
sintió atraído a fondo por esta
ebullición.
Cuatro doctrinas políticas sacudían en
esos momentos a aquel continente el
romanticismo, el liberalismo, el
nacionalismo y el socialismo utópico.
Duarte, en el marco de aquella ebullición
de nuevas concepciones sobre la vida
político-social, se sintió en gran parte
ganado por determinados aspectos de las
dos primeras. Hay, además, indicios
probatorios de que aprovechó su estancia
en Barcelona para estudiar derecho. Fue
indudablemente entonces cuando comenzó a
perfilarse su ideario político, en el cual
el nacionalismo y el liberalismo
fraternizan, levantándose sobre un fondo
romántico, pensó que nuestro pueblo era
depositario de una cultura propia, que lo
hacía digno de la independencia política.
Alcanzada ésta, la nación debía
organizarse sobre la base del
institucionalismo de la democracia
representativa, que a su vez era un fruto
del pensamiento liberal. Puesto que
respondían a culturas distintas, sostuvo
que entre "los dominicanos y los haitianos
no es posible una fusión". Esta
imposibilidad no nacía, pues, de
diferencias raciales —que antirracismo no
admitía— sino culturales.
De regreso al país se lanzó a una lucha
sin tregua por concretar el propósito que
alentaba. En aras de esta lucha, no
escatimó sacrificios. Pese a que
pertenecía a una familia importante de la
burguesía comercial capitaleña, marginó
todo afán de lucro, y rápidamente encontró
discípulos y se convirtió en la figura
cimera del nuevo movimiento. Era ya el
maestro, en camino de devenir el Apóstol.
Fue en el seno de la clase media urbana
donde sus ideas encontraron mayor eco.
Para entonces, casi toda la aristocracia y
demás grupos elevados se hallaban
solidarizados con el régimen haitiano,
razón por la cual fue imposible obtener,
en los primeros años de aquella noble
faena, su cooperación. Al irse ensanchando
el movimiento, Duarte comprendió que se
hacía imprescindible —dado el carácter
absolutista del gobierno de Boyer— crear
una organización clandestina que,
siguiendo el modelo de las sociedades
europeas de los "Carbonarios", asumiera la
responsabilidades dirigir las
actividades.Así surgió la sociedad "La
Trinitaria", que respondió a lo que en el
futuro se llamaría una estructura
"celular", y cuyos miembros se
juramentaron en el momento de la
fundación. El lema de esta sociedad fue:
"Dios, Patria y Libertad". Luego surgió la
sociedad "La Filantrópica", que realizó
una importante labor de propaganda
mediante la representación de piezas
teatrales.
Simultáneamente con
el desarrollo del movimiento trinitario,
en Haití, la oposición al gobierno de
Boyer fue cobrando fuerza, impulsada por
hombres de ideas liberales. Con fino
sentido político, Duarte estimó
conveniente —como paso previo a la
independencia— colaborar con la aludida
oposición.
A fin de llegar a un concierto al
respecto, Ramón Mella —quien desde hacía
algún tiempo se había adherido a "La
Trinitaria" partió hacia Aux Cayes, a la
sazón el mayor centro oposicionista, y
obtuvo pleno éxito en su propósito. Boyer
no demoró en ser derrocado, y Duarte
contribuyó —en función de figura cimera de
la rebelión contra Boyer en la zona
oriental— a la consolidación de la
victoria, mediante una acción bélica que
tuvo lugar el 24 de marzo de 1843, en la
ciudad de Santo Domingo. Charles Herard
asumió el mando en Haití, como miembro de
una Junta de Gobierno integrada por él y
otros dos generales haitianos. Para
asesorar a esta Junta se formó un Consejo
Consultivo de ocho miembros, entre los
cuales no figuraba ningún dominicano. Pero
Duarte aprovechó la mayoría con que
contaba dentro del movimiento liberal
—también llamado "reformista"— en la
región oriental, para crear bajo su
dirección una Junta Gubernativa
provisional que sirviera de base a la
creación de la República Dominicana. Esto
último aparecía condicionado por el acopio
de armamento, la elaboración de planes
militares y aportes económicos. Claro
está: tales apoyos sólo podían obtenerse
con la ayuda de la burguesía comercial,
importadora y exportadora, y de los
latifundistas (hateros), grupos que
dándose cuenta de la grave situación
política que el "reformismo" estaba
creando en haití, comenzaron a alentar
ideas colonialistas que se concretaron en
las negociaciones cuya culminación fue el
Plan "Levasseur". No había, pues, la
posibilidad de lograr por el momento la
aludida ayuda. Pese a ello, Duarte no cejó
en el propósito. Envió a Mella al Cibao
con el fin de levantar los ánimos e
iniciar allí los correspondientes
preparativos insurrecciónales; y celebró
en casa de su tío José Diez una importante
reunión "con el intento de ver si podían
unificarse las opiniones".
Fracasó en el empeño... Es más: al
trasladarse Herard a la zona oriental, no
demoró en tener noticias de lo que se
tramaba, razón por la cual redujo a
prisión en el Cotuí a Ramón Mella y al
presbitero Juan Puigvert —que fueron
enviados a Haití— y al llegar a la capital
—hecho que la Iglesia Católica celebró con
un "tedeum"— emprendió la persecución de
numerosos ciudadanos, entre los cuales se
encontraban Duarte y sus leales
discípulos, Pedro Alejandrino Pina y Juan
Isidro Pérez de la Paz. Catorce de los
perseguidos fueron encarcelados, pero los
recién citados —al igual que Francisco del
Rosario Sánchez, quien después de
incorporarse a la sociedad "La Trinitaria"
logró prominencia en el movimiento—
pudieron esconderse. A la postre, a los
tres primeros les fue posible embarcarse
hacia el exterior, "no habiéndolos
acompañado Sánchez, porque alguna
enfermedad le obligó a quedarse oculto,
corriendo inmensos peligros".
El barco emprendió rumbo hacia el Sur, y
después de varios días de viaje, llegó a
playas venezolanas. Desde entonces, y
hasta la víspera de su regreso a la patria
—ya independizada— Duarte se fijó en
Caracas.No realizó allí, al parecer,
ninguna actividad remunerativa. Durante
esos meses, un pensamiento dominó su ánimo
seguir luchando por la independencia
nacional y hacer en aras de ella todos los
sacrificios necesarios. Visitó al
presidente de Venezuela, general Carlos
Soublette, con el fin de solicitar su
cooperación a la causa. Le fue
prometida... Pero las promesas no se
cumplieron.
A Caracas apenas
llegaban noticias del país.Era lógico que
ello apesadumbrara y desesperara a Duarte.
Por eso, en una reunión de venezolanos y
dominicanos se acordó que Juan Isidro
Pérez de la Paz y Pedro Alejandrino Pina,
partieran hacia Curazao, ciudad enlazada
con Santo Domingo por viajes frecuentes.
Es probable que en el curso de esos meses
en los cuales junto a la pesadumbre y la
desesperación latió en su espíritu la
confianza en el porvenir, redactara el
proyecto de Constitución para la futura
República, el cual por desventura, llegó
incompleto a la posteridad.
Próximo a finalizar el año 1843, Duarte
recibió una carta de suma importancia,
fechada en Santo Domingo el 15 de
noviembre y firmada por su hermano Vicente
Celestino y por Sánchez. En ella se le
reclamaban urgentes auxilios
—especialmente en armas y dinero— y se le
hacía saber que después de su partida,
"todas las circunstancias han sido
favorables". Se le decía, además, que era
forzoso apresurarse porque "es necesario
temer a la audacia de un tercer partido";
y se le recomendaba que regresara de
inmediato al país por el puerto de
Guayacanes, con el dinero y el material
bélico solicitados. Claro está: si bien la
noticia de la buena marcha de los trabajos
tuvo que alegrarlo, a esta alegría se
mezcló el dolor provocado por la
imposibilidad en que él se hallaba de
acceder al reclamo. En efecto, pese a sus
esfuerzos, no había obtenido ayudas, y
meses antes había escrito a sus hermanos
exigiéndoles que ofrendaran "en aras de la
patria, lo que a costa del amor y el
trabajo de nuestro padre hemos heredado".
De todos modos, decidió partir hacia
Curazao y "hallar medios para fletar un
buque y dirigirse a Guayacanes". Salió de
Caracas "con la muerte en el corazón,
sostenido por su fe en la Providencia".
Pero no le fue posible llevar a cabo su
propósito: una repentina enfermedad lo
obligó a permanecer en Curazao, en
compañía de Pina y Pérez de la Paz.
En el curso de esas semanas se produjeron
en el país importantes acontecimientos...
Sin renunciar al colonialismo, la
aristocracia y los sectores pudientes se
dividieron en lo relativo a las tácticas a
seguir y a la potencia a la cual el país
debía subordinarse. En lo que respecta a
las tácticas, un importante sector de
estos grupos sociales (Tomás Bobadilla
ejercía la función de máximo asesor)
consideró que lo indicado era pactar con
los "duartistas" y luchar por la
independencia como primer paso para lograr
el protectorado de Francia. El vehículo
entre este sector burgués y los
"duartistas" fue Ramón Mella, y es casi
seguro que para principios de diciembre el
pacto ya había sido concertado, pero no
hay documentación en la cual fundamentarse
para afirmar que Duarte tuvo noticias de
ello.
La colaboración de ese sector conservador
precipitó el curso de los acontecimientos.
Dio dinero para los preparativos
insurrecciónales y de las primeras
comunicaciones que sobre el tópico
transmitió el cónsul francé St. Denys, al
ministro Guizot, se infiere que dicho
cónsul tuvo una velada intervención en los
preparativos. Además, la referida
colaboración introdujo una novedad teórica
en el seno del movimiento: en el
Manifiesto del 16 de enero de 1844 —que
fue redactado por Bobadilla— aparece por
primera vez la palabra "separación" y no
se habla específicamente de
"independencia". Ello revelaba, con toda
claridad, un desvío del pensamiento
duartiano, y abría el campo a los
propósitos proteccionistas o anexionistas.
Las más recientes investigaciones sobre la
gesta del 27 de febrero, hacen ver de la
importante participación de Bobadilla,
quien se vinculó estrechamente con Santana
tan pronto éste llegó a Santo Domingo con
sus tropas de "seybanos". Nadie se opuso a
que él asumiera la presidencia de la Junta
Central Gubernativa que hubo de
integrarse. De hecho, Bobadilla asumió la
jerarquía política de la República en
génesis, y Santana la jerarquía militar.
Pero era evidente que Duarte no podía ser
marginado. Se acordó, pues, que el buque
"Leonor" partiera hacia Curazao para traer
a Duarte a la República Dominicana.
El 14 de marzo el Apóstol llegó a la nueva
capital, donde fue objeto de un entusiasta
recibimiento.Al día siguiente fue nombrado
miembro de la Junta Central Gubernativa y
comandante del Departamento.
El triunfo del movimiento iniciado el 27
de febrero impulsó al presidente haitiano
Herard a que fuera invadida la República
con un ejército dividido en dos cuerpos,
de los cuales uno penetró por el Norte y
otro por el Sur. Correspondió a Santana
enfrentarse a este último, logrando una
resonante victoria en Azua, el 19 de
marzo. Pero en vez de capitalizar esta
victoria lanzando una activa persecución
contra el enemigo, el aun bisoño jefe
militar, prefirió retirarse
desordenadamente a Baní y exigir al cónsul
francés, que hiciera válidas sus promesas
relativas al protectorado. Así las cosas,
la Junta Central Gubernativa ordenó a
Duarte que se dirigiera a Baní, con una
fuerza militar organizada por su discípulo
Pedro Alejandrino Pina, a fin de llegar a
un acuerdo con Santana sobre la estrategia
a seguir contra el invasor. Al no ser
posible este acuerdo, Duarte requirió de
la Junta la necesaria autoridad para
actuar por su cuenta, y la respuesta de
este organismo, dominado por Bobadilla,
fue ordenarle a Duarte que regresara con
sus tropas a la capital. La orden fue
cumplida. Pero delataba que el pacto que
el sector colonialista había concertado
con el "duartismo" —cuya fuerza principal
la brindaba la clase media—había quedado
roto. Advino así una peculiar lucha de
clases que a la postre culminó en el
triunfo del sector colonialista.
En efecto, al ser
derrotado el ejército haitiano que invadió
por el Norte en la batalla del 30 de
marzo, en Haití se produjo una grave
crisis política que fue aprovechada por
Santana para imponer su dominio, casi sin
combatir, en toda la región del Sudoeste.
En esos mismos días, Bobadilla y el doctor
Caminero —que eran en la Junta Gubernativa
los representantes más señeros del sector
colonialista— convocaron a autoridades y
"personalidades notables" a una reunión en
la cual, con el apoyo del Arzobispo Portes
e Infante expresaron sin reparos sus tesis
colonialistas y la decisión de dar
vigencia al Plan "Levasseur". Presentes en
la reunión Duarte y sus discípulos,
elevaron una firme protesta. La división
en la Junta Central Gubernativa quedó así
confirmada, y puesto que no había
posibilidad de llegar a un acuerdo, el 9
de junio Duarte resolvió depurar a la
Junta, mediante un acto de fuerza.
Momentáneamente, el movimiento se
impuso... Pero se produjeron fallos en su
realización, razón por la cual no pudieron
tomarse todas las medidas imprescindibles
para consolidar el triunfo. Ante ello —y
en vista de que Mella transmitía desde el
Cibao noticias alarmantes— la nueva Junta
ordenó a Duarte que se dirigiera a esta
región del país, para que restableciera
"la paz y el orden necesario para la
prosperidad pública".
El 24 de junio, partió Duarte hacia la
aludida región. Pero los "colonialistas"
no se cruzaron de brazos. Informaron a
Santana de lo que acontecía, y éste, a la
vez que desconoció el nombramiento de la
nueva Junta, decidió rebelarse, el 3 de
julio, seguido por las tropas que él
dirigía. Entretanto, habiendo sido objeto
Duarte de entusiastas recibimientos en las
poblaciones del Cibao, Mella promovió en
esta región un importante movimiento
tendiente a llevarlo a la presidencia de
la República, honor que el agraciado solo
se dispuso a aceptar, si ello respondía a
la voluntad de la población, reveló que en
el espíritu de Duarte el trasfondo
romántico seguía vivo, pues era evidente
que no había en aquellos momentos la menor
posibilidad de llevar a cabo una consulta
popular sobre el punto. No obstante, bien
pudo influir en su ánimo la convicción de
que, si aceptaba el honroso cargo, nada
podría evitar —dadas las circunstancias—
el estallido de una guerra fratricida, a
la cual él se negaba a contribuir.La
insurrección de Santana triunfó. Con ello,
el sector colonialista se hizo dueño del
poder y se inició la persecución contra
los independentistas radicales. Duarte fue
encarcelado en Puerto Plata y remitido a
la capital, donde, mediante una resolución
gubernamental, fue declarado —al igual que
Juan Isidro Pérez de la Paz, Pedro
Alejandrino Pina, Ramón Mella, Francisco
del Rosario Sánchez, Juan Evangelista
Jiménez, Gregorio Delvalle y J. J. Illas—
traidor a la patria y expulsado del país.
¡Se inició así para el apóstol el más
largo y doloroso de sus ostracismos! llegó
a Hamburgo, Alemania, y desde allí tomó a
los pocos días otro barco que lo llevó a
St. Thomas. Luego siguió rumbo a
Venezuela, país en cuyo interior estuvo
doce años. Al fin, se avecindó en El
Apure. Casi nada se sabe de su vida en el
curso de esos largos años. Herido en lo
más hondo del alma, buscó —como buen
romántico— el consuelo de la naturaleza.
Pero según afirma su hermana Rosa,
escribió sobre la historia de su patria y
sobre las costumbres de los pueblos que
iba recorriendo. Infortunadamente, todos
estos escritos se perdieron, "destruidos
por las llamas (o) por el fuego de la
ambición, que oculta con el manto de la
libertad, destruye cuanto encuentra a su
paso". Es casi seguro que no tuvo noticias
del decreto de amnistía que en favor de él
y de sus compañeros, el gobierno de
Jimenes promulgó a principios de
septiembre de 1848. ¡Y bien parece que
dándose cuenta de que arruinado él y su
familia, cualquier esfuerzo de su parte
por torcer el rumbo político de su país
sería estéril, prefirió que el curso de
los acontecimientos desembocaran en una
coyuntura propicia para su actuación! esta
coyuntura no tardó en presentarse. Meses
después de haberse producido la anexión de
la República a España, en 1961, le llegó
la noticia de la misma, se hallaba aún en
la zona selvática del río Negro. De
inmediato emprendió viaje hacia Caracas.
En esta ciudad recibió proposiciones del
cónsul español, entre ellas la de
nombrarlo Capitán General de la colonia
restaurada. Rechazó tales proposiciones,
considerándolas indignas. Luego, el
Ministro del Interior de Venezuela le
ofreció un cargo, y este apreciamiento
también fue rechazado, pues si lo
aceptaba, tendría que reconocer "por
patria el país a que servía".
En relación con estas proposiciones su
hermana Rosa da a entender que él le dijo:
"Acepté con júbilo la copa de cicuta que
sabía me aguardaba el día que mis
conciudadanos consideraran que mis
servicios no les eran necesarios (pues) a
mí me bastaba ver libre, feliz e
independiente mi ínsula". Tomó, pues,
rumbo hacia la patria en guerra, con la
decisión de incorporarse al movimiento
restaurador, del cual recibió informes
desde Coro, enviados por Pedro Alejandro
Pina. El 25 de marzo de 1864 llegó a Monte
Cristy y de allí continuó viaje a
Guayubín. Desde esta aldea envió una carta
al Gobierno Provisional, informando de su
presencia allí, y de su disposicióna
incorporarse a la lucha bélica. El
Gobierno le contestó mostrando regocijo
por su llegada.
Entre otras cosas, la respuesta —firmada
por Ulises F. Espaillat, Ministro de
Relaciones Exteriores, encargado de la
vicepresidencia— dice: "La Historia de los
padecimientos de esta patria es la
historia de su gloria". Dos semanas
después, el gobierno volvió a dirigirse a
él expresándole que "habiendo aceptado...
los servicios que de una manera tan
espontánea se ha servido usted ofrecernos,
ha resuelto utilizarlos encomendándole a
la República de Venezuela una misión de
cuyo objeto se le informará oportunamente.
En esta virtud, mi Gobierno espera que
usted se servirá alistarse para emprender
viaje"...
Pese a que el Apóstol ansiaba "participar
de los riesgos y peligros que arrostran en
los campos de batalla los que con las
armas en la mano sostienen con tanta
gloria los derechos sacrosantos de nuestra
querida patria", se inclinó ante el
requerimiento. En realidad, la República
en armas necesitaba entonces de la ayuda
moral y material de las naciones
americanas fraternas, y nadie estaba más
indicado para solicitar esta ayuda, que el
Padre de la Patria. Partió, pues, hacia
Haití, y desde allí se dirigió a St.
Thomas; luego siguió viaje al continente,
vía Curazao. Ya en noviembre se hallaba en
Venezuela, donde tuvo noticias del
establecimiento del nuevo gobierno
restaurador, nacido de la depuración que
en las filas del movimiento llevó a cabo
el benemérito general Gaspar Polanco.
Poesia de Juan Pablo Duarte :
SIN
TÍTULO
Desde Caracas, le
escribió al Ministro de Relaciones
Exteriores una importantísima carta de la
cual extraemos los siguientes párrafos:
"Quedó impuesto de las razones del
Gobierno respecto de su conducta con los
traidores, y no quedo menos que decir a
usted que mientras no se escarmiente a los
traidores como se debe, los buenos y
verdaderos dominicanos serán siempre
víctimas de sus maquinaciones: el Gobierno
debe mostrarse justo y enérgico en las
presentes circunstancias o no tendremos
patria y por consiguiente, libertad ni
independencia nacional..."
"Báez dice en Curazao (a mí no me lo ha
dicho pues no lo he visto), que en el
Cibao se trata de una nueva anexión a los
Estados Unidos, y que esto los hace estar
tan orgullosos, otros suponen un partido
haitiano y aún no hay quien hable de un
afrancesado. Esto es falso de toda
falsedad: en Santo Domingo no hay más que
un pueblo que desea ser y se ha proclamado
independiente de toda potencia extranjera,
y una fracción miserable que siempre se ha
pronunciado contra esta ley, contra este
querer del pueblo dominicano... Ahora
bien: si me pronuncié dominicano
dominicano independiente desde el 16 de
julio de 1838, cuando los nombres de
libertad, patria y honor nacional se
hallaban proscritos como palabras infames,
y por ello merecí (en el año 1843) ser
perseguido a muerte por esa facción
entonces haitiana; si después, en el año
44 me pronuncié contra el protectorado
francés ideado por esos facciosos y cesión
a esta potencia de la península de Samaná,
mereciendo por ello todos los males que
sobre mí han llovido; si después de veinte
años de ausencia he vuelto espontáneamente
a mi patria a protestar con las armas en
la mano contra la anexión a España,
llevada a cabo a despacho del voto
nacional por la superchería de ese bando
traidor y patricida, no es de esperarse
que yo deje de protestar (y conmigo todo
buen dominicano) cual protesto y
protestaré siempre, no digo tan sólo
contra la anexión de mi patria a los
Estados Unidos, sino a cualquiera otra
potencia de la tierra, y al mismo tiempo,
contra cualquier tratado que tienda a
menoscabar en lo más mínimo nuestra
independencia nacional y cercenar nuestro
territorio o cualquiera de los derechos
del pueblo dominicano".
Evidentemente, esos párrafos delatan el
nacionalismo integral del Apóstol, del
cual da también testimonio el Art. 6º de
su proyecto de Constitución.
Su misión en la América del Sur, terminó
al producirse la restauración de la
República. Encontrándose en el poder el
general Cabral, vislumbró las desventuras
que se cernían sobre el país. Es más: se
quejó indirectamente de hallarse, una vez
más, en el ostracismo. Escribió: "¿Qué más
se quiere del patriota? ¿Se quiere que
muera lejos de su patria, él que no pensó
sino en rescatarla; y con él sus deudos,
sus amigos, sus compañeros, sus
compatriotas que no sean bastante viles
para humillarse y adorar el poder satánico
que adueñado de la situación hace más de
veinte años, dispone a su antojo del
honor, de la vida, de las propiedades, de
los mejores servidores de ese pueblo
heroico hasta en el sufrimiento y tan
digno de mejor suerte?" ¡Palabras
terribles! ¡Anatema —hecho llama— contra
los traidores! ¡Reconocimiento de la
guerra a muerte entre los que tienen
"hambre y sed de justicia" y los
"iscariotes, escribas y fariseos"¡ Pese a
la visión de ese porvenir aciago, no
perdió la fe en su pueblo. Pues su
religiosidad lo hacía confiar en la
Providencia, y el juicio de Dios es
"justiciero". Pero correspondía al hombre
puro precipitar ese juicio. Mostró, por
tanto, la disposición de contribuir a
ello. Quiso, por tanto, reintegrarse a la
lucha, "pues el amor de la patria nos hizo
contraer compromisos sagrados con la
generación venidera (y) necesario es
cumplirlos o renunciar a la idea de
aparecer ante el tribunal de la historia
con el honor de hombres libres, fieles y
perseverantes".
No pudo satisfacer esta voluntad...
Enfermo de cuerpo y de alma, su vida se
fue gradualmente apagando hasta hundirse
en la muerte el 15 de julio de 1876.
COLABORACIÓN DE LUIS VERAS
Cuando supo del fusilamiento de Tomás de
la Concha
Pugné otra vez y a mi tenaz empeño
rompiese el plectro y reventó la lira; por
eso horrible cual letal ensueño en canto
sordo el corazón delira.
Sordo y helado cual la tumba yerta en do
reposas, adorado amigo, y el cual consagro
a tuya que otra prenda no quedó conmigo.
Soi templario, me decías un día, Jacinto
un tiempo de la Patria Amada Y en sacro
fuego el corazón se ardía, Y Qzama el alma
se sentía abrasada.
Tomás entonces con placer te oyó, y el
alto honor de ser primera ofrenda, Como un
templario merecer juró En la sagrada
nacional contienda.
Tomás, de heroica abnegación modelo, De
patriotismo y de valor dechado, Tomás, el
timbre de mi patrio suelo, Honor y gloria
de mi Pueblo amado.
¿Do está el amigo de mi tierna infancia,
el compañero por demás valiente?¡Y nadie,
nadie en su desierta astancia Responde al
eco de mi voz doliente!
Frases Para la Historia de Juan Pablo Duarte :
“Nuestra Patria ha de ser libre e independiente de toda Potencia extranjera o se hunde la isla” .
“Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria libre, independiente y triunfante”.
“Hay palabras que por las ideas que revelan llaman nuestra atención y atraen nuestras simpatías hacia los seres que las pronuncian”.
“Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”.
“El Gobierno debe mostrarse justo y enérgico…O no tendremos Patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional”.
“El esclavo soporta su suerte aunque oprobia su triste vivir; pero el libre prefiere la muerte al oprobio de tal existir”.
“Vivir sin Patria, es lo mismo que vivir sin honor”.
“Cuán triste, largo y cansado, cuán angustioso camino, señala el Ente divino al infeliz desterrado”.
“La Nación está obligada a conservar y proteger por medio de leyes sabias y justas la libertad personal, civil e individual así como la propiedad y demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”.
“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán víctimas de sus maquinaciones”.
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Cuatriboliao :
Gregorio García Castro : Nació en la Sección de Pontón, La Vega el 17 de noviembre de 1936. Fueron sus padres Israel García y Ana Dolores Castro, personas de escasos recursos económicos. Desde muy joven se inclinó al periodismo y trabajó como reportero para los diarios "La Información", de Santiago y en Santo Domingo para "La Nación" y "El Caribe."
Narcizo Gonzáles : Era una figura muy conocida en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en donde fue catedrático de la facultad de Humanidades y en la cual estuvo siempre haciendo vida diaria y participando, desde muy joven, en movimientos revolucionarios.
Antonio de la Maza : Antonio de la Maza, hijo del General Vicente de la Maza quien participó junto a Ramón Cáceres, Horacio Vásquez y Ramón de Lara en el ajusticiamiento del dictador Ulises Heureaux (Lilís) y fue inicialmente opositor del régimen
Sagrario Ercira Díaz : (Ciudad de Barahona, 25 de diciembre de 1946 - Santo Domingo, 14 de abril de 1972) fue una dirigente estudiantil dominicana. Fue dirigente de la Facultad de Economía del "Frente Universitario Socialista Democrático" (FUSD) y representante estudiantil en el Consejo Técnico y la Asamblea de su Facultad
Orlando Martínez Howley Se trató de un crimen político con características de asesinato de Estado, planeado y ejecutado (en un periodo de ejercicio del terror político), desde las altas esferas policiales-militares del régimen balaguerista de los doce años 1966-1978.
Mamá Tingó , nació el 8 de noviembre de 1921, hija natural de Eusebia Soriano. Fue bautizada en la parroquia Espíritu Santo de esta comunidad de Villa Mella, el día 6 de diciembre de 1922. Contrajo matrimonio con un campesino llamado Felipe con el cual procreó una familia.
Sociedad Secreta La Trinitaria , El 16 de julio de 1838 convocó Duarte a sus discípulos para constituir, bajo la adveración de la Virgen del Carmen, cuya festividad se solemnizaba ese mismo día, la sociedad patriótica «La Trinitaria». El sitio escogido para la reunión fue la casa de Juan Isidro Pérez de la Paz, acaso aquel de los ocho elegidos que amó más tiernamente a Duarte, la cual se hallaba situada en la calle del Arquillo o calle de los Nichos, frente al antiguo templo de Nuestra Señora del Carmen y contigua al hospital de San Andrés.
Loma Miranda : Es un montículo del extremo nororiental de la cordillera Central, considerado el segundo asiento más importante y valioso de la isla La Española, según la Comisión de Ciencias Naturales y Medio Ambiente de la Academia de Ciencias de la República Dominicana.
La fortaleza de la villa de la Concepción : fue construida bajo las órdenes de Cristóbal Colón en el 1494. El objetivo de la misma era fijar un centro económico-militar para dirigir la explotación de las riquezas de esta región. Una vez terminada la fortaleza se levantaron los edificios que constituyeron la Villa de la Concepción.